viernes, 13 de mayo de 2011

EL PROBLEMA DE SER NIÑO

                                                                                  CAPÍTULO UNO
                                  PSICOLOGÍA Y CONDUCTA INFANTIL
                                               
(apuntes para el texto de Diagnóstico Infantil
)
                                                                              Dr. Carlos López Haz                                  


                                          EL PROBLEMA DE SER NIÑO

          La psicología infantil durante su desarrollo ha venido planteando la necesidad de entender a los niños y niñas como personas que demandan atención especial en cualquier ámbito que ellos se desenvuelvan; así por ejemplo las condiciones que ellos y ellas requieran para enfrentar sus proceso de escolaridad, desarrollo social, atención en salud y otras esferas donde interactúan y se desarrollan, esta son situaciones que a su vez, implican realizar un ajuste a sus reales condiciones de vida y existencia para garantizar un nivel de eficacia y efectividad en la intervención de que debe hacerse con ellos y ellas en cualquier escenario.

        Históricamente los niños y niñas no han tenido cabida en el complejo mundo del adulto; pues estos, hablando de los niños, hasta la década de los cincuenta, vestían muy similar a los adultos y participaban, en ambientes no propicios para su desarrollo; ello connotaba un problema grave, el de la legitimidad de sus derechos y el respeto a su real condición; antecedente sustancial para entender la transgresión de los derechos de ellos y ellas, repetida generacionalmente y ubicándolos como sujetos vulnerables, en una estructura social excluyente y cada vez más hostil y violenta .

         En una mirada a la antigua Esparta, los niños con defectos físicos eran eliminados, por no corresponder al ideal de fortaleza del hombre Espartano ; en la antigua Roma bajo el principio de la patria postestad, el pater familiae, podía disponer de los bienes y riquezas que los niñ@s tenían, esto incluía su propia vida .

          Aunque las condiciones descritas en el último párrafo, ya han sido superadas, para fortuna de la civilización y desarrollo de la humanidad y que además los menores cuentan en la actualidad con leyes que amparan sus derechos y sus condiciones de existencia; una forma de maltrato estructurado también la constituye un abordaje inadecuado en la atención de su salud física o mental de ellos y ellas. La psicología como ciencia no debe excluirse de esta consideración, debiendo cuidarla en extremo. Para lograr ese cometido social la psicología debe despojarse de posturas y concepciones que no sean capaces reconocer y diferenciar los proceso psico-evolutivo, nivel de desarrollo personológico y las condiciones básicas de existencia de los niños y niñas.

         La psicología Pedagógica como disciplina intenta, abordar la salud de los infantes, la cual aparece como tal en el año 1906 con la organización del primer congreso, realizado en la antigua Unión Soviética, es en este espacio científico en el que V. M. Bejterev, pone en relieve los avances de la psicología de la época, que alcanzaba su punto mas elevado en su camino a la reelaboración como disciplina científica, señalando a la Psicología como ciencia, movida e impulsada por la experimentación, la cual afirmaba a la disciplina en el terreno de lo científico, permitiendo llegar a elaborar conclusiones que explicaran problemas de la vida practica, apoyadas por las pedagogìa. (Bozhovich 1976)

         El fortalecimiento de la Psicología pedagógica, reemplazo a la Psicología experimental en este terreno y fue aportando al desarrollo de una metodología eficaz, construida socialmente desde la Psicología dialéctica para la atención de niños y niñas, demandantes cada vez con mayor exigencia de los servicios de asistencia psicológica. Es a partir del segundo congreso de Psicología realizado en la antigua Rusia en el año de 1909 que se traza la dirección de manera concreta para buscar aspectos que faciliten a la Psicología su articulación a la teoría y a la práctica pedagógica .

                                                    LA PSICOLOGÍA PEDAGÓGICA

         El recorrido histórico de la psicología como ciencia independiente, muestra con claridad los diferentes momentos del decursar de la Psicología como disciplina científica; recorrido que se inicia en las explicaciones mágico religiosas, pasando por la especulación hasta alcanzar la evidencia mediante la demostración experimental, que en grado superlativo estaba logrado la construcción de la ciencia de la Psicología.

        La figura de Wilhem Wundt se erige como protagónica en el direccionar a la Psicología hacia el campo del estudio científico natural, debido a que la experimentación, permitía desde el uso de sus variables, penetrar en la estructura mas interna y subjetiva del aparato psíquico; pues la herramienta como tal brinda oportunidad de estudiar el conjunto de sus fenómenos, el establecimiento de sus leyes y condiciones para su cambio; acto trascendental que significó el fortalecimiento experimental y decidió la construcción y transformación en Psicología en ciencia, al tiempo que en la idea de Bozhovich, esto también introduce el concepto de desarrollo disciplinar, que se vuelve determinante para el surgimiento de investigaciones sobre la Psicología del niño; que luego de un largo tiempo es puesta al servicio de la Pedagogía.

         Es Binet en el siglo XX, que al aplicar la experimentación y métodos de investigación Psicológicos, efectuando la selección de alumnos para las escuelas especiales; cumple con una demanda de la vida práctica realizada a la Psicología infantil. El ingreso a la pedagogía revoluciona esta esfera y la complementa significativamente, pero este paso se pudo lograr gracias a la organización y estructuración de la psicología general; de la cual se desprende una rama que en sus inicios fue denominada Psicología pedagógica.

        El carácter que la psicología introduce a la pedagogía, le permite reconocer a esta última que dentro del plano de la enseñanza y del aprendizaje, no basta con la peculiaridades y singularidades de los procesos de la atención, la memoria o del pensamiento del niño; sino que requiere de conocimientos que le permitan conocer la estructura psicológica, las leyes que participan en sus procesos de asimilación, pero esencialmente se debe conocer las particularidades de la personalidad del niño y de la niña, establecer sus intenciones, inclinaciones e inclusive a lo que aspira de acuerdo a su nivel de edad alcanzado en su desarrollo, así como lo singular y lo particular de su esfera moral .
Es solo por medio de la psicología, que se puede conocer y comprender el mundo subjetivo de las personas que incluye a los niños y niñas, así como determinar leyes que participan en la formación de convicciones y sentidos orientadores; proceso que va mucho más allá que la simple acción de las funciones superiores y procesos psíquicos aislados.

      PSICOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD EN LOS INFANTES

         Si el mundo psicológico de una persona está constituido por sus intenciones, inclinaciones, aspiraciones e ideales; quien puede negar que esos mismo aspectos subjetivos del adulto, en menor grado de desarrollo y de complejidad lo poseen también los niños y las niñas; lógico es pensar que al carecer de una jerarquía motivacional superior y del sentido psicológico complejas, estas inicialmente se constituyan en unidades psicológicas primarias, que se caracterizan por tener una gran carga emocional y reducirse a la expresión de un comportamiento concreto.

         Sin embargo en esa concreción de pensamiento, se encierra un mundo psicológico, construido desde sus percepciones y apercepciones que entre otras funciones de su psiquismo, son mediatizadores de su proceso social de desarrollo, que dan cuenta de su comprensión sobre el entorno y explican de alguna manera, la cosmovisión temprana y concreta del mundo que tienen. Por ello entonces es una necesidad el conocer el conjunto de esos contenidos psicológicos que se expresan socialmente como comportamientos en las diferentes esferas de actuación del paciente pediátrico y que configuran su campo de acción psicológica.

        Si en los adultos el conflicto psicológico, que da paso a la afección de la salud mental, surge de la contradicción antagónica entre lo vivenciado y lo conceptualizado ; en los niños y niñas, más que la contradicción, es la frustración de sus expectativas, de sus intenciones y de sus aspiraciones por muy concretas que estas sean.

          La actividad cognoscitiva de la personalidad en los niños y las niñas, es la función superior que les permite reflejar y por lo tanto conocer su mundo inmediato, actitud que se puede medir de acuerdo a las formas creadoras y/o transformadoras que ejecuta el niño o la niña en su accionar sobre esa misma realidad; actividad que también se sustenta sobre la base de sus necesidades y grado de afección del mismo. Para citar un ejemplo diremos que el berrinche de un niño o niña de primera infancia (hasta los seis años de edad), al no ser atendido en alguna exigencia, se sustenta en la frustración del objeto o acto negado, que motiva una serie de conductas emotivas, que rompen con la normativa social.

         Queda claro entonces que las formaciones psicológicas primarias no se estructuran por contenidos complejos, sino por contenidos psicológicos simples, dotados con una gran carga emocional, según el grado de necesidad y significación que logre el objeto o situación que demande este paciente de primera infancia. Afirmar que un niño o niña no generará un berrinche o pataleta por algo que esté fuera de su marco de interés o necesidad, es una verdad, puesto que no creará un estado de afectivo de frustración, es entonces esto una verdad absoluta.

         Esto por si solo explica la actividad afectiva de la personalidad en los niños y niñas; el ser humano no solo es conocimiento del mundo, sino que adyacente a este reflejo de realidad, siempre estará ligado un grado de interés o desinterés, de atracción o repulsión, de agrado o desagrado, de alegría o enojo, etc.; esto implica que los objetos de la realidad externa afectan a las necesidades de los niños y las niñas, así como las necesidades de ellos modifican de algún modo a la realidad externa, esta relación realidad-necesidad, configura una espiral dialéctica inagotable y constante de nuevas necesidades que se jerarquizarán de acuerdo al grado de significación que le asigna el o la infante así como al desarrollo alcanzado.

          Para el caso de niños y niñas de segunda infancia la respuesta de frustración se mantiene con iguales manifestaciones que en la fase anterior en cuanto a la carga emocional se refiere y como unidad psicológica primaria para generarla; con la diferencia que la expresión del comportamiento consciente e inadecuado, se verá reforzada e incrementada por una serie de percepciones incorrectas o en su defecto desalineadas un tanto de la realidad, que inducirán a la generación de apercepciones negativas, que dispondrán en su base subjetiva de contenidos psicológicos negativos, poco saludables que necesariamente los infantes, y como parte de su desarrollo, realizan en este nivel evolutivo.

        Debido a la evolución de sus capacidades cognoscitivas entre las que se destacara su pensamiento, el cual en alianza madurativa con la función se asociación de sus procesos corticales superiores, que sustentan las significaciones que genere y de las vivencias afectivas, experimentadas, en conjunto complejizarán sus respuestas sintetizadas en comportamientos a los que los expertos han denominado “acting out”, que superan al berrinche o pataleta configurándose estas manifestaciones, en los primeros episodios de lo que podría constituirse y estructurarse como patrones de conducta desadaptativa, disocial, de ansiedad excesiva, entre otras afecciones psicológicas. En asociación de condiciones de vida y desarrollo mórbidas.

         Es importante señalar que tanto los niños y niñas en cualquiera de las etapas de desarrollo, operan con sus incipientes esquemas de personalidad, donde las unidades psicológicas primarias, establecen diferencias de tipo cuanti-cualitativas. En este segundo momento de su crecimiento se va a caracterizar por introducir elementos intersubjetivos que alcanzan la configuración de algunos contenidos psicológicos, con lo que eleva el nivel de complejidad y de crisis en su nivel de funcionamiento social y por lo tanto esa expresión social de esa personalidad en crecimiento, estará mediatizado permanentemente su conducta; precisamente esos aspectos de la intersubjtividad humana, son los que van a posibilitar los grados y niveles de actividad y de interacción social en ellos. Guidano (1991) afirma que la complejidad del si mismo coevoluciona con la capacidad y desarrollo de la intersubjetividad de las relaciones humanas.

         La exploración de la actividad afectiva del niño y niña dentro de un proceso diagnóstico se vuelve relevante, si queremos entender la naturaleza y génesis de sus contenidos psicológicos por muy primarios que estos sean; por ello el establecimiento de los motivos, de sus necesidades, como de sus vivencias afectivas se vuelven prioridad dentro del Psicodiagnóstico infantil, debido a que estos tres elementos citados configuran su esfera emocional que será afectada positiva o negativamente por los fenómenos y objetos interactuantes con su realidad. Conocer las vivencias afectivas de los niños y niñas permitirá determinar en las expresiones de sus conductas, la relación de satisfacción o insatisfacción de la esfera emocional, manifestadas como tendencias, inclinaciones deseos, emociones y sentimientos; formas en que se subdivide los procesos psíquicos afectivos .

        Los niños y niñas de segunda infancia a lo largo de su desarrollo van configurando en su estructura personal, una formación psicológica más generalizadora en la esfera volitiva y afectivas, que finalmente configuraran la formación del carácter, que se sostendrá en las formaciones motivacionales que el niño o la niña eleven en complejidad y que a lo largo de su crecimiento desarrollen y construyan, las que además no se encuentran desvinculadas unas de otras; es precisamente por esas vinculaciones, la razón por la cual estas tienden a organizarse y formar una estructura superior en jerarquía, denominada jerarquía motivacional, llamadas así por su naturaleza a integrarse respetando el orden del valor e interés así como de su nivel de significación y sentido personal para quienes las experimentan.

       Es importante en este punto indicar que si las formaciones motivacionales sean simples o complejas, entran en el marco de la consciencia del niño o de la niña, estas automáticamente constituirán o configurarán las tendencias orientadoras de la personalidad y por lo tanto logran alcanzar un nivel de regulación en la personalidad en ellos y ellas de grado consciente y volitivo.
Para ejemplificar lo afirmado en este primer capítulo solo basta recordar todas las verbalizaciones, maniobras y acciones inagotables que realizan los niños y niñas, tanto a sus madres como a en su entorno social, cuando experimentan peligro alrededor de la idea de reagrupación de sus padres, cuando estos se encuentran separados de sus parejas. Patrón comportamental que se activa cuando se detecta el riesgo por parte del niño o niña, especialmente cuando su madre, se encuentra interactuando ante una nueva relación sentimental, lo cual ponga en peligro el propósito de unirlos nuevamente.

          Esta amenaza activa las tendencias orientadoras en los chicos y chicas, que arremeten con toda fuerza a fin de estropear e impedir el desarrollo de esa nueva relación; actividades de sabotaje que incluso pueden llegar a extenderse hasta la adolescencia y sin necesidad de ser alentados a realizarlas por terceros en algunos casos, esto ocurre igual para las figuras paternas con un poco menos de intensidad por lo general.

          La valoración para el diagnóstico psicológico requiere de tres componentes básicos para su cumplimiento, esos componentes se relacionan al desarrollo del lenguaje del niño que facilite la comunicación afectiva e informativa y el proceso diagnóstico en si mismo, sustentado en la relación terapéutica que inicia simultáneamente con el psicodiagnóstico; las habilidades sociales del paciente que son fuente de recursos personales para afrontar y manejar situaciones de su realidad, las cuales demandan a este el uso de su repertorio de comportamientos probados en la escena social, así como también a improvisar conductas ante la ausencia o el déficits de estas y finalmente de las condiciones psicosociales de desarrollo.

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